Las agujas se meten en la piel sin pedirte permiso e introducen en ti sustancias desconocidas. Contra tu voluntad, se abren paso entre las capas de tu piel para llegar a lo más profundo de ti. Y no hay forma de deternerlas, no puedes pedirle a la enfermera que extraiga de tu cuerpo ese objeto metálico, debes aguantar hasta el final, debes de soportar esa intromisión a tu ser.
Las agujas tienen una sensación de irreversible.
Irreversible es cuando, desde la base de la resbaladilla te dejas ir con un ligero empujón y sabes que no podrás ya detenerte sino hasta alcanzar el piso. Nada de lo que hagas va a devolverte al momento anterior. Irreversible es cuando aseguran la barra de seguridad en la montaña rusa y el carrito comienza a moverse. Irreversible es cuando tu anillo cae por la tubería del lavabo y sabes que jamás volverás a tenerlo en tus manos.
No hay nada a lo que yo tema más intensamente que a la sensación de irreversible.