Muchas manos, manos sucias y pegajosas, manos de adolescentes; fervientes, ansiosas por un nuevo chisme, algo que le dé sentido a sus vidas vacías. Ellas son portadoras de un mensaje.
Por debajo de las bancas, furtivamente, lejos de la mirada del profesor, se pasan entre ellos un papel.
Así era antes, hace mucho. Antes de que los mensajes de amor se transmitieran a través de ondas en el aire, se transmitían en papel de un lado al otro del salón, siendo la vía de comunicación todas esas manos, que seguían un solo código: el mensaje debe llegar a su destino. Ni el más descarado hereje se atrevería a romper tal código. Si un mensaje llega a sus manos, no desecharlo, ni fisgonear, es la naturaleza humana transportarlo hasta su destino.
Y llega, como siempre, llega. No hay servicio postal más confiable.
Él lo abre.
Dice:
T5 709
“¿Qué?” Piensa él, confundido. Y la mira desconcertado por entre el follaje de uniformes.
Él murió creyendo que nadie lo había amado nunca.
Veo los números y quedo como el protagonista: ¿Qué? O.o
XD
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