La miro de madrugada, recién levantada.
Sus mejillas son rosadas, su piel es tersa, perfecta, sus ojos, mi joya favorita, lucen un poco cansados, pero bellísimos, enormes, perfectos.
Y por más bella que yo vea la obra de arte en su rostro, para ella no es tal, para ella no es una pintura, sino un lienzo que debe repintar.
Para mí, ver eso es como mirar a un tallador de madera esculpir un roble en un tronco; pinta su rostro entero para terminar con las mejillas rosadas, la piel perfecta; ojos un poco más grandes, pero bellísimos, perfectos. Mi joya favorita.
Sin embargo, es distinto, como césped sintético; puede que luzca perfecto, pero jamás será el natural por más que lo intente. Y vaya que lo intenta.


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